Voy a cerrar la fuente de la que mana el agua
e incendiar el bosque de coníferas
donde se guarece mi silencio los días de calma.
Hay demasiadas voces que no escucho.
Mi ira se abastece de fuego,
sangre que se derrama entre mis dedos,
y su sed tiene en el viento nombres de muertos,
anónimos como son todos los muertos cuando duelen.
Sin sombra ni cobijo dejaré entrar a los bárbaros.
Tiznado de vacío,
tendré en mis pobres versos
hambre de vísceras,
haré un viaje sin soles ni planetas,
y con mi corazón en una mano
atravesaré los muros.
f.
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