Todavía hay un aroma en el cuarto a marea y tormenta,
ese olor que tiene la tierra mojada tras culminar su sed,
aunque en el fuego del nuevo amanecer
solo se sostenga la soledad
revuelta en la humedad de la ropa,
ascuas entre las sábanas
con el recuerdo perdurable de la noche,
la esencia de dos cuerpos tras la urgencia del deseo,
cuando fueron desbocados por el ansia,
febriles, ciegos, carne arrebatada por la carne,
dos pasiones remando en la corriente,
incruenta batalla
que no dejó ni un vencedor ni un vencido,
tan solo tiznados con su silencio
la luz impenitente de la luna envolviéndolo todo.
f.
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