Si todo fuera tan fácil como besarnos nada sería imposible,
pero no, todo tiene su zaguán y su mano izquierda abierta.
He recordado el aroma de las rosas,
las que en mi jardín abren un surco de color
o se descuelgan desde el precipicio de mis ojos miopes,
mientras vienen y van
los pájaros de la primavera cantando
en el quehacer de nubes blancas y silencio.
Así y todo viene el otoño, todos lo sabemos,
su reguero de inevitable complicidad y lluvia
me trae siempre de nuevo el vaho de mi boca,
con mis labios respirando el amanecer,
y es entonces, en soledad,
cuando el valor de lo quemado,
su ceniza, adquiere otro matiz,
uno muy cercano a las palabras que uso
y que tienen el sentido de la identidad,
la autentica mirada de uno a si mismo.
f.
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