No soy la sombra ni soy la luz,
ni siquiera la verdadera palabra que define ese instante
en que en el viento se arde como una pavesa.
Todo es quizás más sencillo pero a la vez innombrable,
es un tránsito de pasos perdidos,
unas huellas marcadas en la tierra,
el feroz recuerdo de una noche de lluvia,
un lamento, un ahogo sin límites,
lo que deja en la comisura de los labios un beso,
el placer recurrente del recuerdo...
eso que duele, a veces duele mucho,
teje una tela de viajes,
deshace, quema y lentamente te mata.
f.
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