No sé por qué la suma de dos miradas da a veces una resta,
ni por qué abres las manos al amanecer
y parece que se escapa en el viento parte de la noche,
la que has alumbrado con la humedad de tus sueños.
No sé cuando vale más una sombra que el propio ser que la habita,
ni cuándo somos más libres,
cuando miramos el vuelo de los pájaros en el cielo
o contemplando el paso de la corriente de agua de un río por un puente.
Todas las veces que debo decidir elijo,
sin saber por qué, lo extraordinario, lo sutil, lo quimérico,
ese lado que tiene de misterio una luz en el costado del corazón.
f.
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