Las viejas estaciones tienen silencio
y un viento ocre que guarda el rumor de las vías.
Las huellas que siento
son siempre marcas de olvido.
En los sucios cristales pavonados
quedan, agarrados con un celo amarillo,
un horario que hace tiempo no se cumple.
Yo percibo sin esperarlo, de repente,
las últimas miradas de aquellos que se fueron
cuando no sabían que nunca iban a volver.
f.
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