Hurgo despacio en esta noche de septiembre
cuando todavía retumban
en los montes los últimos truenos,
y se ve, de vez en cuando,
la línea luminosa de un relámpago.
Mirar afuera y contemplar la noche,
sentirla como parte de mi mismo,
un nuevo atlas, profundo,
de todos los abismos interiores,
aunque sea verdad
que ahora me cubre
una capa todavía de verano,
una temperatura agradable,
una brisa suave y húmeda,
y tenga la tranquilidad que deja el silencio
sobre los estertores de cualquier domingo.
No sumo ni resto nada a este instante,
en el ábaco he dejado cuentas pendientes,
quebrantos sin remedio...
pero también es cierto,
que como todo lo que ha de venir,
con lo malo siempre hay un envés,
algo por descubrir
que el azar ha dejado para mí.
f.
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