Entre las cosas que se quedan siempre hay un calendario,
una ruleta de estaciones que nunca cesa,
un caer y subir por la misma pendiente,
la lluvia, ella, el silencio.
Todos los verbos conjugados en una noche,
un dolor sordo, sin palabras,
el que lentamente te llega a deshacer.
Mientras mis dedos tamborilean en la humedad
el mármol frío de otoño,
respirando el humo,
tomando a sorbo los gintonics para beberse el mundo.
Cuesta sostener el amanecer,
no cerrar los ojos al sueño,
vivir la bitácora de un domingo de calles mojadas
y preguntas sin sentido en el aire,
y sentado en un bar
tomar un café con música de fondo de Satie,
como si desgranar las notas de un piano
no dejara de ser una mirada interna
contemplándote desde un ventanal abierto a la oscuridad.
f.
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