Allí donde cae la lluvia,
siempre de un modo accidental y perpendicular a una mirada,
allí es donde las palabras se hacen más determinantes,
cobran cada una su valor especifico,
su otro valor cae dentro de uno mismo al escucharlas,
porque en medio de una tormenta
el silencio tiene su hábitat
y se derrama con una fuerza inagotable.
f.
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