Rompo el hilo del laberinto.
Ya no existo en este poema.
Queda el vacío detrás de mi silencio.
Mis huellas son de albatros,
mientras el mar,
apenas es una línea azul en mi mirada oscura.
Escribo sobre un quehacer de coníferas,
altos pinos junto al acantilado
y esa húmeda bruma
que levantan las olas del rompiente
con su sonido vertical y agónico.
No soy yo, ya no soy yo,
solo soy esa figura desconocida
que deja sobre las nubes unos versos muertos.
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