Prendidos al humo y en silencio escuchamos la oscuridad.
Soy un hombre que perdura en su aliento.
Mi sombra se estremece
y a veces, como un pájaro, vuela o canta.
Mis manos que se conocen de siempre,
administran con su sabiduría
parte de lo que me identifica como ser humano.
Respiramos y contemplamos
reunirse la luz en un extremo del mundo
el que ahora sabemos que es nuestro,
como remueve el viento en los álamos el envés de sus hojas,
y como surge entre nosotros ciertas formas de querernos,
cuando una caricia se ha nublado delante de un cuerpo,
y no sabe deshacerse de la arena,
ni cruzar el bosque que lo separa del otro,
y solo los dedos presienten al entrar en la otra boca
la secuencia caliente del deseo…
tanta humedad esperándonos en el silencio de una noche.
f.
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