Moriré despacio,
en esa estancia donde las palabras son del agua.
Golpes de mar o brisa nocturna,
la ausencia no deja de ser
una sombra encerrada en el tiempo.
Moriré despacio,
sin tocarle mis labios,
recordará que el tren era la noche,
una herida abierta hirviendo en el horizonte.
Moriré despacio,
el frío traerá la esencia del invierno
cuando en su espalda no sienta ya mis ojos
y solo quedé para su recuerdo el vuelo de algún pájaro.
f.
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