Me reencuentro en el dolor
y miro mis sajadas venas abiertas,
fluyendo con su hilillo de muerte.
Detrás de las palabras hay otras escondidas,
se desprenden de mí cayendo en cascada de sílabas silenciosas
como los últimos rayos de sol que difuminan una figura
antes de que la noche nos iguale en la nada.
Desprendo los verbos, algunos adjetivos,
cierta monotonía de los pronombres
y el verso es un cuenco vacío
que tiene el aroma de la distancia,
un lugar en los vientos,
un pie en el abismo
donde todos somos parte de lo anónimo,
diluyéndonos, lentamente, uno en el otro.
f.
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