Llovía con la densa sabiduría de la eternidad.
Tú mirabas por la ventana como era el invierno
y esas gotas se hacían ríos insalvables.
Yo frecuentaba la luz de la lámpara y leía sobre viajes.
Nunca fue suficiente para deshacernos
saber que el tiempo, inagotable,
nos cubría con su tenue color gris,
mientras los días eran solitarias ciudades en silencio.
f.
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