La argucia, la condena,
un atlas de signos y desiertos,
todo ardiendo conmigo dentro.
Vi el flujo de la sangre,
esas gotas que caían desde lo alto
y formaban un círculo rojo
donde se reflejaba la noche.
Solo quedó vivo mi silencio,
habitando conmigo la duda
que me guardaba en las entrañas,
mientras el viento abrasador
me dejaba una nueva melodía,
con un nombre de tarde
y un grito de ira.
f.
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