A veces quedamos varados entre una noche y otra noche,
todo lo que poseemos es distancia,
el sonido imperturbable del bronce,
raíces y holgura entre la tierra y el hilo blanco de las nubes.
Vienen las sílabas sin verbos,
una tras otra las torres del cielo,
cierta lumbre, el ángaro impreciso de los sueños.
A veces somos un camino de cosas manidas,
el hule usado, la sombra de un quiosco, la quimera de un remolino.
Un montón de viejas fotografías, el amarillo de las cartas,
aquellas gomas que unían los secretos...
A veces, solo nos queda el aroma del pan tostado,
el café y el sonido de las cucharillas en la loza,
cuando la mañana tiene entre sus manos,
aprisionada, un poco más de tu vida.
f.
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