Tras los bárbaros no hubo incendio.
Ni un solo ángel vino a rescatarnos del silencio último.
Puede que el andén estuviera vacío,
ni siquiera nuestras valijas
tenían la tristeza del relámpago,
detrás de las dunas, tras el mar,
paralelo a la orilla,
un tren vacío venía
a pasarnos cuentas por nuestra soledad.
f.
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