(...)Vuelvo de un continente a medias ciego
donde también estabas tú pero eras otra,(...)
J. Cortázar
Simple como mis manos en su espalda
aunque en mis letras tenga recuerdos de azabache.
Sencilla, pero mi boca le nombró en los muelles del atardecer
y creí en ella como un perro lo hace con su dueño,
ciego y penitente, siendo entonces su cuerpo mi tierra y mi mundo.
París, Nueva York, Buenos Aires o Istambul...
¿qué más da en que lugar tenga su cama?
perdí su rastro un amanecer
cuando el otoño tenía demasiada lluvia
y el silencio poseía la convicción de las tormentas
y le era demasiado aburrido esperarme en las noches.
f.
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