Ella dijo: “Haré un espacio entre mis piernas.
Te enseñaré la soledad”
L.Cohen (Memorias de un mujeriego)
Sentí de nuevo la fragilidad del pájaro.
Tuve toda su humedad repartida entre mi piel y mis dedos,
sabía de ese instante feroz de sus gemidos.
La soledad traía un pesado equipaje en sus labios
mezclada con el almizcle de mi saliva y de la suya.
No había distancia entre su deseo y mis ansias,
y sin embargo, el silencio dejaba huellas de arena entre los cuerpos,
gotas salinas que lo inundaban todo,
flores sonrosadas en la espalda
con la salvaje sublimación del gozo.
Eran las horas del fuego,
la lumbre amanecida y entregada,
una victoria sin más bagaje
que un ovillo de sábanas y mantas entre las piernas,
y este dolor sincero, que a modo de resaca,
deja un coito entre dos que siempre se despiden.
f.
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