Quebrada la noche,
su hora decisiva cae sobre mi espalda,
siento tus manos pequeñas recorriéndome,
tu boca sembrando amapolas con tus dientes,
tus labios pronunciando un idioma extranjero,
un jeroglífico que me estremece,
el sutil fuego deja en mi vello nombres impronunciables,
todas las fuentes manan ebrias las verdades
y tú, vencedora, reina de Samotracia,
me has embarcado a un Egeo imaginario
donde es azul tu lengua y blanco el preludio de la luna.
f.
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