Que difícil es empezar a retomar el día tras la noche y su ausencia.
La distancia es una nube que se alarga oscura en el horizonte,
una línea escrita en rojo que paraliza el corazón.
Cogimos el ferrocarril del atardecer
con su humo gris y sus vías de acero,
el gusto metálico del desamor
se fundía en los ojos del que ya no esperaba.
Brindamos silenciosos con un champán francés
como si nunca más fuéramos a pisar Burdeos,
esa estación de brisa con un río hundido en el océano.
Todo tu cuerpo temblaba de otoño,
las hojas secas cubrían el jardín del hotel
y un antiguo cementerio gótico
sembraba de inquietud los sueños.
Bonjour mon amour me decías,
mientras tus ojos miraban hechizados
deslizarse mis dedos por un mantel azul.
Respirabas despacio,
inmóvil sobre una sílaba de orgullo.
Detrás de las palabras
y un número de actos imprecisos,
hurgaron tus labios en mi piel,
rebuscabas en el atlas de mi anatomía
donde sin saberlo seguías siendo única.
f.
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