No despertamos, ni es domingo, ni es febrero,
pues aunque Cortázar eligiera ese lado del frío para darnos su caricia,
también había un lugar de muelles vacíos,
sin pájaros, solo con el ruido del viento golpeando el agua.
No es febrero pero arde la tormenta abandonada a las horas inquietas.
Solo sostengo una voz quebrada, un surco de lágrimas,
el pan recién hecho con la lumbre del invierno.
Entre tanta oscuridad que nos rodea se enciende el aroma del deseo.
Enumero los días perdidos, la algarabía de las calles,
la ausencia que anuncian los desiertos...
soñamos, dormimos, no es domingo, ni siquiera es febrero,
pero Cortázar quiere que recuerde como respiras cuando me sueñas
y como me haces desearte así, en medio de la nada,
sin saber nunca si soy yo, el que te hace suspirar cuando aún duermes.
f.
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