Mis manos son el agua, la arena,
la argamasa, el vidrio molido, la piedra caliza...
He andando descalzo por el alambre
como un funambulista ciego ante el viento.
He soñado las mareas
golpeando sin descanso los farallones de la costa,
esa umbría sin nombre donde la noche es el abismo y el insomnio,
todo lo humano y mortal que se hace de guiones y silencios.
Vuelvo a mi casa, este desierto rojo que no tiene márgenes,
subo una escalera al cielo que inunda mis pies de nubes blancas,
me rodeo de los poetas que cantan al silencio
y de los viejos borrachos,
los pequeños bárbaros
que han olvidado sus rimas...
pero son los que dicen la verdad
antes de sucumbir al coma etílico
y caer al suelo, sin fuerza,
rodeados de su vómitos y babas.
f.
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