Sobre todo lo que me rodea dejo una cadencia.
Me hago de mi lugar
para ser raíz de enebro
en la soledad del páramo.
Desde la noche una verdad me habla,
apenas murmura un misterio
y crece en las nubes blancas del amanecer
y en el doloroso esfumato
que se queda prendido
en el extremo de todas las distancias.
Me vuelco en las calles vacías,
escucho mis pasos,
huellas sin recuerdos
que se alejan...
vuelvo mi rostro a contemplarme:
Soy la sombra de mi mismo.
f.
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