Permitir la desolación,
una marea que deshace y rompe tus márgenes.
Afrontar que eres el humo y recubrirte de la última ceniza.
Ser el rescoldo, brasa que apenas respira en el viento,
antes de apagarte como un intervalo ciego
entre respirar y desaparecer.
Ciertas visiones no traen pájaros,
ni dejan horizontes rojos donde quebrar el alba,
ciertas palabras son de suicidas,
hermanas de la muerte,
sediciosos cuchillos de cobardes,
verdades devastadoras para el débil…
y sin embargo, todavía queda dejarnos llevar
y contemplar la lentitud con que la sangre te abandona.
f.
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