No me caben todos los silencios
en esta noche deshecha por la lluvia.
Ni siquiera se evaluar este último abrazo,
casi respirando del otro
el vaho caliente de la tarde.
Todavía tengo en mis manos
la huella invisible de tu cuerpo,
ese lado en que tu anatomía la recorro,
una u otra vez, como un milagro,
cuando las horas parecen cansadas de nosotros
y pasan dormidas el resto del día.
f.
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