Después tuvimos que saber de la distancia,
tener dentro un pájaro viajero,
una línea cóncava que tendía su flecha.
Hélices del viento,
la noche silencia la hondura,
ciertas cadenas que nos atan,
un sabor a aguardiente
y el cuerpo del otro,
tendido junto al horizonte de tus manos,
ebriedad y deseo,
mientras suena lenta la música,
y sientes como el mercurio gotea por tus venas,
caliente y mortal como la vida misma.
f.
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