Abro un surco, una vía sobre la tierra que enmarca mi desierto. Abro con mis manos una senda de luz sobre la noche de la tierra. Se vierten las sílabas entre mis dedos, caen y se diluyen como un murmullo que deja el alumbre cuando sus cristales hierven y se mezclan con mi sangre.
No llueve, solo hay palabras como pequeñas monedas que tintinean al hundirse, tienen el valor de lo que no se olvida, se han hecho mías, aunque lo sean de todos, y vengan recorriendo mi vida como fieles escuderos para poder expresar todas las emociones que no ha podido proteger con su velo oscuro el silencio.
f.
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