Regresamos del invierno con el cuerpo en silencio:
La voz callada que murmura dentro
con sus pasos perdidos entre las noches.
Todas las avenidas han traído la voracidad,
el fiel quebranto del agua,
el corte en rodajas de la hogaza del amanecer
que nació en el frío
y del quehacer armonioso de la nieve.
No hay remansos donde morir,
un lugar donde la felicidad que viene en el aire,
con su viento húmedo de mar,
te recoja en sus brazos cuando no eres nada,
solo una sombra abandonada en la longitud del horizonte.
Sabemos todos de distancias,
de los muelles de la noche,
los puentes colgantes al corazón
cortados a tajo por lo inabarcable.
Sabemos beber despacio el aguardiente del taranto,
sentir la holgura necesaria de unas lágrimas,
albergar las cosas diminutas
como si fueran los tesoros de un niño,
pero no dejamos, con las manos abiertas,
que vuele al viento los pájaros tristes que nos habitan.
Regresamos del invierno con el cuerpo en silencio...
f.
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