No sé por qué mis palabras han buscado la calle vacía del domingo (un domingo sin luz y sin pájaros), se han ido a deambular por el amanecer frío y húmedo, como si ya no les importara el verso, la música, el ritmo recogido de un papel y quisieran encontrarse con un ser humano, un árbol, un perro, ciertas esquinas donde gira el viento, ver las nubes grises cargadas de tormenta y sentir la lluvia que las va a empapar… pero no saben, que desde los viejos porches, van a escuchar sin querer y en silencio una lejana melodía, el tintineo de las campanas, el eco, que toda mi vida ha ido tañendo la soledad.
f.
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