Lo prescindible del amor es el propio amor, dejar de escuchar la rotura de cristales en la bóveda torácica, respirar sin sentir quebrado el pulso, no fundir el estómago al ir y venir de una palabra.
La soledad es un estado soberano y la distancia que origina, labrada en la piel, hay que saber desenhebrarla de la ansiedad, la que nos trae el recuerdo de tantas veces en que una caricia, unos labios, un cuerpo a cuerpo dieron luz y fuego al quehacer de la noche.
f.
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