Las horas pasaban desnudando de luz el parterre de rosas y jazmines, aunque todo el fulgor del atardecer tenía el rojo intenso entre las espinas y el aroma nítido de la noche. No dejaba de fumar tus cigarrillos turcos y beber una exquisita ginebra, G-Vine, con hielo picado, apoyado en la barandilla de la terraza, mientras dormías todavía, el sueño más delicioso. Impregnado mi cuerpo de tu olor, veía irse ese largo día tan cercano al solsticio, en el hotel Gradlon de Quimper, mientras el océano se prendía de un fuego inalcanzable.
f.
No hay comentarios:
Publicar un comentario