He sentido el quehacer de las serpientes,
el sonido sordo de la melancolía,
la labor del atardecer,
la letanía del cuero y la maleza.
No hay sed detrás de la quera,
ese sonido del milagro y la quimera,
solo la ausencia como una triste mordedura,
la veraz presencia del recuerdo,
el estigma de las lágrimas...
un cuerpo helado junto al laberinto.
f.
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