Hablaba de todo lo que me traía el otoño,
la lluvia como un quehacer de voces y silencios.
Una humedad que siempre me conmueve
cuando miro al vértigo gris del horizonte.
Así y todo era feliz perdido entre las callejas y plazas de Venecia.
No es lo mismo esta ciudad de laberintos con la lluvia,
te recoge en sus tortuosos caminos de puentes y canales,
un triste silencio de palacios solitarios, dignos ante su decadencia,
donde la herrumbre y la humedad va vaciándolos para solaz de gatos y basura.
Sé que siempre he de volver para morir en Venecia
y en sus "campos" abiertos al cielo
anda todavía la larga espera de mi vuelta.
f.
No hay comentarios:
Publicar un comentario