Después de la lluvia también vino la lluvia,
incesante, como si fuera la borrasca perfecta
y el anticiclón de las Azores
se hubiera abandonado en el desierto.
Ese invierno tenía el hambre de los perros,
un silencio aullando en el viento,
los pájaros ausentes,
la agonía, como un abanico de sombras.
f.
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