Arder en la soledad, como un fugaz sarmiento.
Crecer en el silencio que se empapa de la mano nocturna.
Saber que después del adiós hay otro adiós que muerde.
He contemplado como se iba media vida
entre los raíles metálicos e imprecisos de un tren.
- No, no es necesario que alguien se vaya
para saber que ya no está -
por eso, ahora, de pie frente a un andén,
miro atrás, siento el frío demoledor,
es como un beso que nunca di.
Deshago mis palabras sin temor
tal como se hace
con las huellas que quedan en la arena,
e ilumino con las pavesas del fuego
las últimas horas que va a tener en mi recuerdo.
Debe saber, que no soy tan buena persona
como para darle mi perdón.
f.
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