Abro la ventana y entra la noche
con su viento oscuro de penumbra y murmullo.
Todas las luces dan a la avenida
y ese esfuerzo me deja ver bien los desiertos del cielo.
No escucho ninguna letanía,
el hombre busca el silencio
y la ausencia de otro sonido
deja sentir el quejido metódico de los aspersores.
Voy buscando palabras que inclinen la balanza,
algo que determine la variable
de cada diástole y sístole que mueve un corazón enfermo.
A lo lejos han encendido el río,
los meandros quedan como un fuego griego
que llama de nuevo a la quimera,
esta primavera ha nacido
entre las lágrimas del alba y el rencor de las noches.
f.
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