Si todo fuera cierto,
el muelle donde dejamos la esperanza
estaría todavía con dos sombras sentadas en su orilla.
Los remolcadores, quietos como esfinges,
guardarían aquellas palabras que nunca dijimos
y el invierno sería azul,
como lo eran tus ojos cuando se sembraban de nubes
y no de ese verde oscuro que tiembla bajo la brisa.
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