Respondo en los márgenes,
en el alambre que sujeta mis pies
al crudo vértigo del funambulista.
Vivo este deshacernos sin sentido,
cuando tu boca me pronuncia
y yo ando en la aurora,
vestido todavía con la crueldad de la noche.
Todo es tan verdadero como las sílabas
que te nombran en las caracolas:
el llanto de mis ojos,
la perenne mortalidad de mis actos.
Tu cuerpo está cansado de servirme,
toma las veredas del mío
y se adueña del timón...
yo me dejo hacer
aunque sepa que vas a anudar a mi garganta tus manos
mientras me cabalgas con el diapasón de un jinete loco...
diciéndome al oído "quiero que mueras dentro de mí".
f.
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