Queda la noche,
la labor derrotada de las manos...
una, dos, varias promesas rotas
junto al corazón callado,
sin más bagaje que un árbol desnudo,
abandonado, con el recuerdo de un pájaro oscuro.
Queda la lumbre en el fuego,
los dedos tiznados del otro,
y una distancia en los labios
de muelles vacíos y caballos al galope.
Rotas las líneas, con la voracidad
que da el silencio de un bebedor solitario,
todos los márgenes se diluyen en la lluvia,
son papel mojado, y sentimos,
siento caer los cuchillos,
uno a uno sobre mí,
clavándose como la verdadera realidad de las sentencias.
f.
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