No voy a deshacer los nudos que engendra el silencio.
Ni tú ni yo somos un nosotros que no tema al miedo del mundo.
Me esfuerzo en ser valiente, un héroe de lo diminuto,
cuando miro en el espejo del amanecer
sucumbir a todo lo que preciso y amo.
Me miro y reconozco al hombre que contempla el fuego,
la aquiescencia de los cuerpos, la naturalidad de la muerte.
Tú y otros, habláis del amor y de su esfuerzo por mantenerse a flote
entre las sombras que llegan e imanan todo del sabor del hierro.
No creo en la grandeza de los símbolos,
no busco la luz que bordea el infinito...
hoy solo y enfrente de la noche
albergo en mi mano un pájaro oscuro,
canta lo sencillo, lo que sin reconocerlo, nos hace mortales...
quizás sea lo más honesto que he dicho en los últimos años.
f.
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