Flanqueo el amanecer con el eco interior del bronce.
Me tocan el aviso de los muertos,
la hora desnuda de silencios.
No me quiebra la soledad ni la locura,
me pierdo entre la gente como uno más
y escucho el caer ahogado y lento del agua...
y digo si, y digo no,
o vuelvo sobre mis pasos a desalambrar
todas las verdades que me duelen.
Maldigo el mundo cuando calla pero hago el esfuerzo,
único, de mantener el cielo habitado de pájaros y nubes.
Soy un pordiosero más
recogiendo sílabas sin sentido
por las calles y plazas donde se abandonan,
como hojas muertas en mitad de la lluvia.
f.
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