Urde la mano del viento un ulular de viejas trompetas.
He velado el quehacer de la lumbre en tu fuego nocturno.
No hay nubes en el cielo raso de la noche,
los astros hablan en el agua,
recorren su contorno de isla
y encienden la mirada oculta de los peces.
Ahora sé de ese mundo que en tu interior es una selva,
y de ese río, quebrado y rojo, rodeado de oscuridad,
donde siempre retumba tu corazón.
f.
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