Prended el fuego y seguid andando por los umbrales de la sombra. Así es lo que une la llama con el hielo, este mirar hacia la puerta de un jardín de invierno, atravesada la tierra con raíces de silencio y, en el aire, sentir deslizarse la gravedad de unas nubes grises que ocultan, en la lejanía, la soledad de algún pájaro.
Así se escriben las líneas en el agua, ondas que se alejan de tu mano con el temblor y la parsimonia del estanque. Quieto tú, se reposa la urgencia, se olvida la batalla, surge el abandono y sientes con el viento la humedad de las primeras gotas de lluvia.
f.
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