Descanso sobre la nada,
la longitud exacta donde duerme la noche.
Exploro cada instante en que me deshago en la maleza de la oscuridad.
Soy parte de la sombra, la sombra impenitente, y de ella respiro.
Mis manos se agrietan, no cabe tanta lumbre en ellas,
ni el quejido de una voz sostiene el tiempo.
El océano es solo lo que está siempre detrás del horizonte,
y el hombre que lo espera se hace de noches y silencio...
Cómo no arrepentirse de todo lo que se lleva el día,
inacabado, apenas intuido, una artesa donde rehacer un pan sin dueño.
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