Escribo en lo insólito de mi desnudez.
Mi piel se ha hecho de arena y de desierto.
Mi cuerpo, apenas un quejido,
es la estela de un rayo luminoso
que se vislumbra en la noche.
No hay luz en este viento frío
que cierra los párpados y deja brotar las lágrimas
Ante la voz del invierno quedo quieto,
varado, sin alma,
mis pies siguen siendo de arcilla roja
y solo me sostienen como si fuera un allozo en flor.
Estremecido por las primeras nieves
he caído en la oscura verdad del silencio.
f.
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