como una tarde caliente de verano
encimada a mi vientre,
puedo dirimir ciertas verdades,
las que guardo con la reserva natural de mi miedo.
No es la oscuridad
la que trae a mi boca
la simiente de tu gozo,
ni siquiera has sabido venir sola
a fundirte en mis brazos,
a buscar la ebriedad de mis labios,
siempre traes un hilo de sangre de tu corazón
que te hace sucumbir en el borde de una noche
cuando la soledad se alimenta de los perros callejeros.
f.
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