Viene el día alzado sobre las manos y la humedad,
sin aves que pregonen lo azul del cielo,
con la cadencia de la bruma
y lo indeterminado de mis vacilantes pasos.
Caemos siempre en la ausencia,
un silencio de invierno con miradas huidizas
y sombras que se adhieren a uno y te estremecen
mientras tararean las melodías que nunca se llevó el olvido.
f.
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