Se abre el adviento,
yo siento deshacerme
en los cristales de los verbos rotos,
mientras, sin hisopos de culto, esparzo
en sílabas al viento la incertidumbre.
De nuevo reconstruyo un hombre,
sencillo como una vela consumiéndose.
Siembro en mi cuerpo de tierra,
con mis manos desnudas,
la oscuridad del silencio.
Dejo en el barro la humedad del amanecer,
ciertos vocablos sin sentido...
lo que tal vez sea parte del misterio,
una huella sin nombre,
lo anónimo de respirar y contemplar la vida,
un poco de la luz que da sentido al resto del día.
f.
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