De niño soñaba que bajaba los peldaños de una casa de vecinos.
Muy deprisa, precipitándome sobre ellos,
mientras que otro yo caía, desde arriba, por el hueco de la escalera.
La sensación era angustiosa.
No podía pararme, debía de bajar la horrible escalera
mientras sentía el vértigo acelerado de la fatal caída.
Me despertaba sobresaltado y sudoroso,
ya que al mirar hacia abajo,
vislumbraba serpientes
que abrían al máximo sus bocas,
enseñándome los colmillos, sus lenguas bífidas,
un silbido terrorífico que era casi el preludio de mi grito.
f.
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